ES CARA BAJO AN DANTE
El escarabajo de metal vivía en Carbonera rodeado de gallos y perros que no dejaban dormir. (Música introductoria, con ruidos campestres, especialmente guirigáis y ladridos).
Mientras esperaba que volviera la tranquilidad de antaño y que el aire de la calle estuviera libre de olores, el escarabajo de metal se había enamorado de una mariposa lánguida, de colores primaverales. (Comienza una música que a medida que avanza es cada vez más melancólica). La mariposa volaba de arriba a abajo dando vueltas alrededor del escarabajo. Movía sus élitros y abanicaba el aire para que el aceite de su amigo, el escarabajo negro, no se resecara en las tórridas siestas del verano. Metal miraba sus ojillos y trataba de sonreírle, pero su boca sólo articulaba una grieta dolorosa. Hubiera deseado que sus alas fueran livianas para así alcanzar a su amada mariposa, pero eran tan pesadas que sólo llegaba a dar unos pequeños saltos burlescos. Y el escarabajo se ponía triste y lloraba lágrimas azules, reales como el ruido de sus sonajas. (En este momento el escarabajo arrojará pequeños globos azules con algo de agua en su interior), Era lo único natural en él y por eso lloraba copiosamente por el día y por la noche. (Arroja más y más globos). Sentía el olor reseco pero agradable que salía de sus lágrimas azules. La mariposa lo había visto llorar y entonces revoloteaba con más fuerza, pero jamás se paró junto a él y le preguntó cuál era su pena. La mariposa no tenía el corazón de metal y no podía comprender; sólo revolotear en el círculo mágico de sus instintos.
¡Pobre Metal! Llegó el invierno (música relativa al invierno) y la mariposa murió con los primeros soplos de aire. A Metal el frío le disipó los recuerdos, se olvidó de que algún día estuvo enamorado de una extraña pero hermosísima mariposa.
Fueron pasando las noches. Metal se encontró solo en aquel prado desamparado. Nunca tuvo muchos amigos, y los pocos que tuvo habían hibernado o ido muy lejos, todos juntos, sin conocerse, cuando vieron que las estrellas palidecían inconcusamente. Metal sintió náuseas de aquel rincón; rehízo la maleta de las ilusiones y anduvo. (Aquí el escarabajo cogerá una maleta vieja y antigua). No anduvo más de tres jornadas cuando llegó a un bosquecillo de setas y pequeños arbustos, colindante con feraces huertas que aún mantenían el olor frugal del pasado verano. (Música alegre, dinámica, festiva) Pensó para sí que era un sitio maravilloso y se instaló entre una esponja de musgo verde. (Sacará una toalla y un cojín verde que extenderá en el suelo). Siempre fue su color favorito, en contraste con su cuerpo negro, todo de negro. Se miraba sus patitas y sus alas y le sorprendía la oscuridad como la noche. ¿Por qué él no podía tener lunares o rayas de colores como otros escarabajos?
¡Pobre Metal! Nunca supo que en su origen él fue un vástago mecánico al que una vez un niño le dio cuerda para ya no parar jamás.
Durante los primeros días en su nuevo cobijo se dedicó a explorar los alrededores; resbalando por las gotas del rocío al amanecer y empujado por la brisa al anochecer. (Se detiene la música). ¡Ay, la noche!, ¡qué soledad y que sensación de olvido y de magia! Metal no necesitaba dormir, cerrar los ojos y esperar. Sus párpados rígidos, inaccesibles a los sueños, reventaban de lágrimas al anochecer y, algunas veces, lloraba tanto, que se formaba un pequeño riachuelo de aguas azules perdido de tanto buscar el sol. (Nuevamente el escarabajo se saca unos pequeños globos azules llenos de agua que lanza hacia el público de las primeras filas. Un papel donde se ha dibujado un riachuelo se desenrolla hacia el público).
(Se reinicia una música festiva y primaveral).
La primavera era diferente, con sus ansias de nacimiento: florescencia de los gemidos del invierno. “Ahora sí podré tener amigos”, canturreo Metal, viendo el campo lleno de animalillos, y dio un salto tan tremendo que, al caer, se fracturó una pata y estuvo unos días muy dolorido. (El propio escarabajo se desprende una pata del cuerpo que arroja sobre el escenario). Metal perdió la pata, sin embargo no le importaba: era un escarabajo de seis patas. Aunque debería andar un poco desequilibrado, tendría muchos amigos y eso le entusiasmaba. (El escarabajo anda un poco renco). Todo a su alcance era vida y movimiento, lento despertar abigarrado de lo dormido.
Metal vio extrañado cómo las hormigas salían del fondo de la tierra, y preguntó a una y después a otra y a muchas más si podrían enseñarle el interior de la tierra, pero todas respondían igual:
- Déjanos, escarabajo, no ves que tenemos mucho trabajo. Almacenar riqueza es lo que nos importa, majo.
Se acercó después a un grupo de libélulas que se miraban ufanamente en las aguas de un pozo. Las libélulas apenas lo vieron, levantaron el vuelo. Metal trató de atraerlas, pero una de ellas le contestó:
- Es inútil, escarabajo, tú eres muy feo y nosotras tan bellas y sensibles. (Risas) ¡Qué dirían si nos vieran contigo? Además, sólo nuestra belleza nos interesa.Ciertamente, pensó, el mundo está lleno de intereses. En su pequeño recorrido se encontró con un grillo sabio que se jactaba de su sabiduría. (Sale con sombrero alto, frac y batuta y se poner a entonar el gri gri de cualquier grillo, de manera histriónica). Tenía alrededor de su guarida un amplio locutorio. Metal esperó allí unas horas y no lo comprendió. Desanimado caminó y sólo entonces reconoció la sabiduría en lo que veía, pero eso él ya lo sabía.
Y fue en el camino donde dos niños dieron con el escarabajo al que pronto pusieron boca arriba y boca abajo, boca arriba y boca abajo:
- ¡Qué bicho más feo!
- Sí y gordo.
- Ja, ja ¡cómo mueve las piernas!
- ¿Lo escachamos o le clavamos un palo?
- Mejor vamos a buscar un bote y nos lo llevamos.
El escarabajo, libre y lleno de miedo, aceleró su paso hasta esconderse entre los arbustos donde descansó un poco.
- Hola, escarabajo -le saludaron unos saltamontes-. Somos predicadores de la paz y de la amistad. Ven con nosotros para divulgarlas. (Los saltamontes irán dando rápidos saltos de una esquina a otra, dando abrazos, bendiciones, besos... siempre con el escarabajo alejado y en segundo término)
En Metal brilló una gris esperanza. Sin embargo los saltamontes eran más rápidos que él y pronto lo dejaron atrás. Y es que hasta la paz y la amistad caminan hoy con urgencia de enfermo. Como no quisieron esperarlo, cambió de rumbo dispuesto a no ser mensajero ni mensaje. Él buscaba la amistad entre las manos.
Así llevaba ya varios días cuando tropezó con dos caracoles que se batían con dos palillos. Metal se figuró que jugaban porque no sabía lo que era pelearse; de modo que se unió a ellos para participar en su diversión, pero apenas entró en el círculo trazado, recibió sendos palazos que lo desencajaron, y salió de allí con la velocidad arrugada de sus siete patas.
(Aquí cambia la música que se hará tierna y delicada)
En estas circunstancias tropezaba Metal, la verdad, más cansino que nunca, cuando un ligero golpe sobre su encorvado lomo lo alejó de sus frustraciones. Una tierna oruga había caído de una hoja y chocado con el cuerpo de Metal. Éste le ayudó a reponerse y la oruga, más aliviada, le explicó cómo tratando de pasar de una hoja a otra no había podido agarrarse al extremo que pretendía. Metal se prestó a transportarla hasta el tallo. Le hubiera gustado trepar con la oruga y mezclarse entre las hojas y las flores, pero para Metal eso suponía un imposible. La oruga le dio las gracias ya partir de ese momento, ambos se hicieron muy amigos.
A la pequeña oruga le gustaba mucho subir al dorso de su amigo, tan liso, tan pulido, tan caliente con la luz del sol y deslizarse por él como si fuera un tobogán. Pasaban muchos ratos juntos y realizaban excursiones, siempre con la oruga sobre el lomo de Metal, hasta que aquella recordaba que debía ir a tejer su capullo, como todas las orugas.
Metal conoció momentos de felicidad, la amistad en su corazón de metal, los sueños que nunca tuvo, lágrimas de amor.
Todo esto y mucho más iba a decirle a su amiga, la oruga, cuando llegó al girasol donde siempre se citaban, y vio una hermosísima mariposa. La oruga transformada en mariposa. El escarabajo de metal se había enamorado de una mariposa lánguida de colores primaverales. La mariposa volaba de arriba a abajo dando vueltas alrededor del escarabajo. Movía sus élitros y... Pero esto ya lo conté al principio. La historia se repite, desgraciadamente para nuestro amigo, igual, infelizmente igual. Metal pudo haber tenido más suerte, pero la mariposa no poseía el corazón de metal y no podía comprender; sólo...
Metal caminaba de nuevo con la maleta vacía, cruzaba un camino cuando lo sorprendió el ruido de una apisonadora que se acercaba vertiginosamente hacia él. (La música imita un ruido horrísono) Apenas le dio tiempo a pensar en "Metal era, Metal fue", y, ploff, quedó para siempre impreso en el camino. (Un bidón rodando de un extremo a otro hará las veces de apisonadora).
JAVIER MARTÍNEZ VALERO.
¿Puedes añadir un paréntesis que anime con acciones o recursos la representación?
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